La importancia de nuestros sentidos radica en que gracias a ellos modificamos nuestra forma de movernos, ya que estos son los responsables de variar la percepción que se tiene del espacio, permitiéndonos así, por ejemplo, detenernos si escuchamos un auto, saltar si vemos un hoyo, voltearnos si escuchamos que nos llaman, etc.
Dado el caso de la reducción de algún sentido o inhibición temporal (por ejemplo, usar una venda en los ojos), los movimientos de la persona se verán mayormente limitados, más lentos e inseguros, dificultando en gran parte su motricidad. En cambio, al realizar el mismo procedimiento, pero esta vez con alguien que sea capaz de suplir dicho sentido (como un lazarillo), la motricidad de la persona se verá más regulada y segura debido a que su sensorialidad está acaparando mayores espacios que permiten su libre desempeño.
Resumiendo así de estas dos situaciones, que la potencialidad del desarrollo motor se ve directamente reflejado por la sensorialidad del sujeto.
De lo anterior podemos concluir que la motricidad depende de la sensorialidad en el sentido de que al no percibir de una manera adecuada con nuestros sentidos, nuestro cuerpo responderá de una forma diferente y se generarán cambios en la motricidad.
Por otra parte, a nivel psicológico, al no percibir correctamente, o de un modo al que no estamos acostumbrados a hacerlo, nuestro cuerpo no responderá de la forma en que lo hace normalmente en cuanto a lo motor.
Por Tania Garrido
Fernanda Gutiérrez
Rodolfo Gutiérrez
lunes, 11 de mayo de 2009
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